Es una acción que prácticamente hemos olvidado a través de nuestra vida, nos hemos acostumbrado a querer solo recibir,y nos molestamos cuando esto no sucede o cuando tenemos que dar algo a cambio,hasta para una transacción normal de compra y venta,nos molesta el tener que pagar por algo que necesitamos o deseamos, como sabemos todo es energía,y como tal debe fluir y con ello esa energía se transforma,pero cuando nos resistimos a dar esa energía corta su flujo y termina su ciclo de circulación continua,así que no nos debe sorprender si no recibimos nada si no estamos dispuestos antes a dar.
De hecho en la misma acción del dar está la del recibir, y cuando damos debemos hacerlo sin la expectativa de recibir,ya que en eso radica su verdadera magia,el simple acto de dar nos debe llenar de felicidad,el saber que se comparte lo mejor que hay en uno,y no sólo hablando de cuestiones monetarias o materiales, sino principalmente en lo emocional y espiritual,que es lo que perdura para siempre,desde una sencilla sonrisa,hasta un abrazo que reconforte,una palabra que anime o un silencio que responda más que mil palabras.
La circulación de esta acción mantiene vivo y vital todo su flujo. Toda relación es una relación de dar y recibir. El dar engendra el recibir, y el recibir engendra el dar. Lo que sube debe bajar; lo que se va debe volver. En realidad, recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo.
Y si detenemos el flujo desde alguno de los dos polos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza. En toda semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acaparada; ella debe dar su inteligencia al suelo fértil.
A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación material. Cuanto más demos, más recibiremos, porque mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida.
En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar, ni vale la pena darse, ni vale la pena recibirse.
Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad, y entonces no generará abundancia. Cuando damos a regañadientas, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.
Namasté
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